
¿Es un ente individual o una red compleja de un todo al que todos pertenecemos?
Joan Garriga en este libro nos invita a ver el alma como aquello que lo conecta todo y que nos conecta a todos. Algo así como la consciencia colectiva que nos permite formar parte de un grupo, de un sistema.
Una distinción interesante
La religión católica nos narra la historia del paraíso con un Adán y una Eva que todo lo tenían, todo les era dado a manos llenas y solo conocían la satisfacción, la felicidad y la alegría. Dios los había creado a su imagen y semejanza, los amaba y cuidaba con primor.

Es verdad que podríamos crear una perfecta analogía de estos“inicios de la humanidad”con los inicios del crecimiento de todos los seres humanos, de cuando somos solo bebés o niños muy pequeños y nuestros padres se desviven por atendernos y que, a pesar de cualquier cosa que pueda estar ocurriendo en nuestro entorno, vivimos el presente sin preocupaciones ni disgustos.
Pero es ingenuo pensar en la vida entera como un paraíso en el que no existe ninguna contra parte, porque de no existir los opuestos, no daríamos valor a lo que nos sucede. Sabemos que vamos a morir, que aquí vinimos por un tiempo y eso debería servirnos como motivación para disfrutar, para querer vivir al máximo.
¿Como honrar la dicha y agradecer el amor si no conocemos lo contrario?
La mayor belleza de la juventud es saber que un día dejarás de serlo.
El verdadero paraíso es este, el vivir día a día, momento a momento.
Y la expulsión real del paraíso sería el dejar de vivir la vida, para en lugar de eso, comenzar a solo pensarla. Es nuestra consciencia la que nos transgrede y nos lleva a ver el mundo como un infierno en lugar de lo que realmente es.
Son nuestros pensamientos los que nos llevan al juicio, a la comparación y a evaluar todo cuanto sucede a nuestro alrededor, no son los hechos en sí lo que nos molesta, lo que nos daña, si no la interpretación que hacemos de ellos desde el lugar que ocupa nuestra consciencia en este colectivo.

Deberíamos volver a la visión del niño, absorto en su realidad en pura observación y curiosidad.
Lo que nos da o nos resta bienestar no son los hechos, es nuestra actitud y nuestras opiniones.
Todo el sufrimiento humano viene de una distinción nada funcional entre el bien y el mal.
Esta consciencia de la que el autor nos habla siempre está activa y vive atravesando una de estas dos sensaciones:
- La inocencia: que nos lleva a la armonía, en sintonía con nuestro grupo y con la que sentimos las cosas como agradables y correctas.
- La culpa: que nos hace actuar en contra de lo que se espera de nosotros y nos pone en riesgo de ser rechazados por el grupo, lo cual que se vive como desagradable, peligroso e incorrecto.
Quizá es más fácil si lo vemos a través de una pequeña historia que se expone en las páginas de este libro:
“Un niño de 8 años viendo las noticias con sus padres de pronto siente una punzada de dolor y desesperación al ver las imágenes de una guerra entre iraquíes y americanos ante lo cual pregunta:
-¿Mamá, Papá, quiénes son los buenos?.
Anonadados y deseando educar a su hijo de la mejor manera que saben, sus padres responden:
-Es complicado hijo, es muy difícil definir quienes son buenos o malos porque ambos creen que son los buenos y son los otros los malos haciéndose entre tanto mucho daño, todos pierden y es terrible.
Pero el niño sin quedar muy convencido de esa respuesta vuelve a preguntar:
-Entonces ¿Quiénes son los malos?”
Joan Garriga, vivir en el alma
En general, los niños viven muy mal la incertidumbre, necesitan saber hacia dónde dirigir su pasión, su simpatía y su antipatía lo que nos lleva a pensar que deberíamos determinar que la verdadera compasión la sentiremos cuando dejemos de esforzarnos por ser los “buenos” y nos amemos y respetemos sabiendo y aceptando que a veces somos “malos e imperfectos”.
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