
Nuestros personajes.
La vida, el camino que recorremos, es como una película de la somos protagonistas.
Hay personajes, buenos y malos, todos representados por nosotros mismos en cada uno de los escenarios en los que nos movemos en nuestro día a día.
Esos personajes que hemos de representar son dirigidos por nuestro ego, siguen un guion que no siempre hemos escrito nosotros, o quizá al que no le hemos prestado demasiada atención como para darle una aprobación consciente.

Lo que nos lleva a una búsqueda incesante según cada rol de una nueva “posesión” para reforzar la sensación de importancia, de valía dentro del grupo. Convertimos todo en parte esencial de nuestra historia con tal de que “eso” justifique nuestra posición incluso aunque interiormente estemos totalmente en contra porque creemos que lo único que importa es tener la atención, la compasión o la comprensión de los demás a veces a través de los logros y otras a través de los daños que hemos sufrido.
Siendo víctimas o triunfadores, lastimeros o arrogantes.
Mientras representas otros papeles no eres consciente, no eres tú mismo, dejas de ser auténtico para convertirte en quien otros esperan que seas, te dedicas a vivir a expensas de otros como una marioneta guiada por tus propias manos que desconocen los movimientos que deben hacer.
De esta manera se acaba la armonía, te tropiezas, caes.
Busca la autenticidad, en todos los aspectos de tu vida, ser uno mismo siempre será el camino correcto, para bien o para mal, con triunfos y derrotas, pero desde la intención de entregar siempre la mejor versión propia del momento.
Cuerpo – Dolor
Estos personajes no se forjan de repente, son constructo de tu pasado, de tu vida y de las experiencias que hemos vivido y que nos han convertido en lo que interpretamos hoy.
Nuestro cerebro es una máquina inteligente alimentada por nuestros recuerdos que crea alarmas para identificar aquello que nos hace daño y de lo que deberíamos huir a como de lugar, aunque como te podrás imaginar, a veces es un pelín exagerado.

Algunas veces sucede que no diferenciamos correctamente sobre la verdadera causa de lo que nos ha lastimado y actuamos con una base que se tambalea, que no responde de verdad a nuestra necesidad de protección y el sufrimiento se perpetua.
Esto es a lo que el autor denomina cuerpo-dolor, ese lugar donde se acumulan todas la emociones y pensamientos no liberados de nuestra infancia, adolescencia y vida adulta. Aqui también se guarda todo el sufrimiento y negatividad colectiva de la humanidad. Este espacio de nuestra mente se alimenta de todo lo que nos hace sufrir, de todo aquello que genera una vibración específica, que no aporta energía, más bien la succiona.
Además, cuanto más lo alimentas más alimento genera en sí mismo. El pez que se muerde la cola.
Cuantos más pensamientos negativos tomes por ciertos, más se generan y buscan comprobarse para darte mayor seguridad y que puedas seguir con “tranquilidad” envuelto en ese espiral de indecisión, te alineas emocionalmente con ese pensamiento y le aportas “certeza” infinitamente o hasta el momento en que decidas conscientemente parar.
Claro que no es fácil.
Esos pensamientos no viajan solos, están siempre acompañados de emociones, de frustraciones, irritación, impaciencia, preocupación, etc, que nos llevan a sentirnos más identificados con eso que pensamos y nos conduce a creernos lo que pasa en nuestra cabeza.
Liberarnos.
- Darnos cuenta de que tenemos un intruso dentro de nosotros.
- Mantenernos alerta para intentar detectar aquellos momentos en los que se activa la presunción, el pensamiento negativo, reconocerlo y que no pase desapercibido.

Ya con esto tenemos más de medio camino andado. No dejemos ir esos pensamientos que nos lastiman, no intentemos hacernos creer que no existen, esconderlos bajo la alfombra a ver si así podemos silenciarlos, hay que hacerlos desaparecer.
Y no desaparecen solo porque los hemos identificado obviamente, pero es un GRAN paso hacia adelante porque darte cuenta que esos pensamientos no son tu parte de tu esencia y que eso que están alimentando no existe de verdad te permite en muchos casos despejar la niebla y ver el camino que tienes delante.
No permitas que tus pensamientos se apoderen de ti, detectarlos y frenarlos es el primer paso hacia la liberación que nos va a permitir tomar acción y ajustar el rumbo.
¿Te sumas?
Deja una respuesta